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El ritmo como base de la felicidad

No dudes en darle a play en los enlaces y disfruta de la época dorada del merengue dominicano mientras analizas junto a nuestro egresado Jason Noboa cómo el ritmo musical impacta nuestro estado de ánimo

 

Joan Noboa / Egresado de Psicología (2015) /  joannoboa93@gmail.com

Hace varios días, tuve la oportunidad de asistir a un evento en la XVIII Feria del Libro. La conferencia se titulaba: “La palabra en la música”. Poner palabra y música en la misma oración hizo que, más rápido que inmediatamente, fuera al Teatro Nacional para ver de qué se trataba.

La charla, a cargo de las y los expositores fue magnifica, aunque algo me llamó mucho la atención. En un momento se instaló la pregunta de si la música hace a la letra, o es la letra que hace la música. Para el investigador Eddy Sánchez, “la obra de Prud’ Homme (las letras del himno dominicano) no fuese tan conocida sin la música de José Reyes”. Puede que sea cierto, aunque no me gusta entrar en debates dicotómicos, pues considero que con tantos colores, debatir sobre si algo es blanco o negro sería perder mi tiempo. Por eso, quiero ir un poco más lejos del 1844, y tocar otro tema en relación a la palabra y la música con nuestro pasado y, de esa forma, entender una parte de un estado emocional tan presente en las y los dominicanos, la felicidad.

En la actualidad podemos ver cómo hay un sinfín de “fórmulas” (mayormente en los libros de autoayuda) para buscar ese “tesoro” tan anhelado y envidiado. Hay quienes creen que se trata de disminuir el dolor y aumentar el placer. Otros, consideran que se obtiene alejado de todo bien material. Puede que ambos estén en lo cierto. Si le preguntamos a la Psicología positivista, una corriente cuyo objeto principal de estudio es la felicidad, nos dirá que debemos tener en cuenta ambas cosas –bienestar y sufrimiento- porque tanto lo malo como lo bueno es relevante existiendo un equilibrio entre ambas partes, y es tanto así, que ese equilibrio logrado trae consigo beneficios psicológicos, sociales y comunitarios. En esta parte, quizás, me preguntes ¿Cómo puedo ser feliz? Según Martin Seligman, co-fundador de la psicología positivista, existen tres caminos a seguir: el primero, es tener la mayor cantidad de momentos felices a través de lo que él denomina saboreo, junto a una atención plena de esas emociones positivas en el presente, las cuales vamos a desarrollar si miramos al pasado con gratitud y perdón, haciendo uso del optimismo y la esperanza para el futuro.

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El segundo camino, es mediante un momento de flow, y no me refiero a la palabra flow que tanto han desvirtuado, sino al “fluir” de la consciencia haciendo una actividad que nos guste, dejando el miedo al ridículo a un lado. Por último, el tercero de estos caminos hacia la felicidad consiste en desarrollar nuestras fortalezas y virtudes al servicio de las demás personas.

Cada uno de estos tres caminos es propio del sentir colectivo del pueblo dominicano. Un pueblo al que le gusta gozar, aunque todavía no tiene idea de cómo perdonar ciertos errores de su pasado (1er camino); quienes usan la creatividad para ganarse el sustento de cada día, disfrutando lo que hacen, y sin pensar que sea vergonzoso (2do camino) y; personas que, sin lugar a dudas -porque estas no caben en las guaguas públicas- manifiestan ese calor humano a través de su solidaridad (3er camino) pese a que existan quienes digan que lo único que creamos fue la tambora, y se utilice golpeándola.

Aun así, a quienes sustentan este pensamiento, y a cualquier otro con intenciones eurocéntricas, debo decirles que los instrumentos de percusión son otra de las piezas claves en la felicidad de las y los dominicanos. Me explico. Antes de la colonización, nuestros taínos celebraban “el areito”, una ceremonia que era alusiva a alguna victoria, regocijo grupal o casamiento del cacique. En este rito, se bailaba y cantaba. Algunas veces con una música emitida por una especie de tambor hecho con un madero hueco.

merengue2Sus cantos, buscaban plasmar sus historias para que no fueran olvidadas por las generaciones siguientes mediante un guía que decía una frase, y esta era contestada por las demás personas a coro. Esta forma de hacer música ha ido evolucionando desde aquella época hasta la actualidad, ese será otro tema de estudio, pero por ahora, nuestro interés radica en la pureza del sonido, la melodía y tempo (velocidad).Tres características del sonido que, bien combinadas, evocan la felicidad de quien los perciba. Los músicos de la Región Cibao saben a qué me refiero.

Para el maestro Crispín Fernández (saxofonista), “nunca llegarás a ver a un músico del Cibao triste”… ¿Por qué pasa esto? ¿Qué tiene que ver la música con que los dominicanos sean felices? Bien, les pondré el mismo ejemplo que me comentó una vez Crispín. Si escuchamos la canción “Se murió Martín” nos daremos cuenta de que relata una historia muy triste, pero aun así, las personas bailan ese merengue alegremente ¿Acaso las personas son sordas? No lo creo, de lo contrario, otra cosa sería. Analicemos dos versiones de dicha canción para encontrar la diferencia, una interpretada por Jhonny Ventura, y otra por de Pavel Núñez.

Escuchemos los acordes… En la música, es muy común escuchar que acordes menores son para la tristeza (aunque una gran amiga me dijo que sugieren intimidad o emotividad), y acordes mayores para la alegría. Para nuestro análisis solo tomaremos la introducción de ambas canciones. En la del “Caballo mayor”, Jhonny Ventura, se pueden apreciar un Do menor y un Sol mayor, mientras que en la de Pavel Núñez podemos encontrar los acordes Re menor y Sib mayor, exactamente lo mismo, solo que un tono mayor a la canción anterior.

3008137c1d3f388medEntonces, viendo que tienen la misma letra y están compuestos tanto por la misma estructura de acordes mayores y menores ¿Dónde es que está la diferencia? ¡¿Por qué una me invita a bailar y la otra a reflexionar sobre lo que le pasó a Martín?! Si bien la personalidad de ambos cantantes influye, para mí, la respuesta está en el tempo. Mientras que la balada pop no cuenta con dicha fuerza y velocidad, enfocándose en la intimidad de sus notas; el merengue va un poco más acelerado.

Cabe decir que este fenómeno puede contemplarse muy bien en los años dorados del merengue “En Bandolera” de Alex bueno, “La quiero a morir” de Sergio Vargas y muchas más y también en la salsa (“Volveré” de Chiquito team band, “Ya te olvidé“- Cristian Bc…), donde tanto composiciones propias como “Se murió Martín” o adaptaciones de otros géneros, se ha acelerado el tempo, evocando la fuerza del tambor en el fondo…Tambor que, desde la época de nuestros taínos ha estado presente para agruparnos y transmitir historias, viviendo el presente en un momento de flow donde nuestra atención plena está solo enfocada a nuestro bienestar y felicidad, razones por las que, según el mismo Crispín, el merengue no ha muerto –y tampoco creo que muera-, las cuales explicaremos en la segunda parte de “No importa lo que cantes” donde abordaremos la evolución de nuestra música a través de la historia teniendo como base el tambor, y cómo se ha mantenido la estética del lenguaje que la acompaña.

Referencias

  • Gracia, E. (2013). Panorámica actual de la psicología positiva. Trabajo de fin de grado, UOC. Recuperado de http://openaccess.uoc.edu/webapps/o2/bitstream/10609/24027/6/egracianaTFG0613memoria.pdf
  • Park, N., Peterson, C., & Sun, J. (2013). La Psicología Positiva: Investigación y aplicación. Terapia psicológica, 31 (1), 11-19. Recuperado de: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=78525710002
  • Vázquez, C. Hervás, G, Rahona, J & Gómez, D, 2009. Bienestar psicológico y salud: Aportaciones desde la Psicología Positiva. Anuario de Psicologia Clinica y de la Salud, 5, 15-28. Recuperado de http://institucional.us.es/apcs/doc/APCS_5_esp_15-28.pdf
  • S.a. (2011). El areíto. En Historia del nuevo mundo. Recuperado de: http://www.historiadelnuevomundo.com/index.php/2011/11/los-areitos/
  • Hasta la tambora.
  • Acento.com.
  • Sipse.com


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