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El feminismo en el cine dominicano (dentro y fuera de la pantalla)

Por: Nicole Reyes Lugo/ estudiante de Cine y Comunicación Audiovisual

La industria del cine dominicano cuenta con 990 mujeres que trabajan detrás de cámara. El Sirecine registra 628 actrices y 863 actores, para un total de 1,491, en el que las féminas ocupan el 42%.

SANTO DOMINGO. -En el cine dominicano, como en muchas otras disciplinas, la participación de la mujer aunque no ínfima, es condicionada por los roles de género y los estereotipos. Ya sea frente a la cámara, reducidas a ser el interés amoroso que responde a las necesidades de un personaje masculino, o detrás de cámara encasilladas en departamentos de arte, producción o cualquier tipo de asistencia.

De acuerdo a un artículo del periódico elDinero, citando al Sistema de Información y Registro Cinematográfico (Sirecine), establece que en República Dominicana existen 6,255 registros de personas que trabajan en el área audiovisual, aunque hay algunos que están registrados dos veces. De esos registros, 1,778, es decir, el 28%, son de féminas. Pero, de manera oficial, la industria cuenta con al menos 1,618 mujeres, de las cuales 160 tienen un doble registro porque se desempeñan en más de un área.

Según esta fuente, la industria del cine dominicano cuenta con 990 mujeres que trabajan detrás de cámara. El Sirecine registra 628 actrices y 863 actores, para un total de 1,491, en el que las féminas ocupan el 42%. De los 227 registros con los que cuenta Sirecine sobre dirección cinematográfica, 30 pertenecen a mujeres, es decir un 13%.

Estos datos son importantes, aunque podrían parecer insignificantes para los fines de este análisis. La razón principal por la que se refuerzan los estereotipos a través del cine, se debe a la falta de representación de determinados sectores de la sociedad a la hora de realizar, analizar y corregir guiones, en este caso el de la mujer.

Las buenas intenciones son insuficientes

Existen películas como ¿Quién manda? (Ronni Castillo, 2013), Todos los hombres son iguales (Manuel Gómez Pereira, 2016) y Locas y atrapadas (Alfonso Rodríguez, 2014) que quisieron dar la impresión de tener un mensaje de empoderamiento a través de sus personajes femeninos, sin embargo, la pobre calidad de la escritura y el desinterés por la investigación nos deja con personajes planos y vacíos que solo tienen como fin empujar una trama que en esencia es dirigida por las acciones de las contrapartes masculinas.

Lía Lockhart, actriz, directora y editora, considera la juventud como una ventaja de la industria del cine local, y esto permite una mayor participación de la mujer.

“Igual, lo ideal sería alcanzar una industria equitativa donde tanto el hombre como la mujer puedan fluir creativamente y ser respetados. Para mí, trabajar en una industria como esta es una oportunidad de crear y representar a las mujeres en el cine dominicano”, subraya la ganadora del premio a mejor dirección y mejor cortometraje entregado por FEMUJER, en 2018, por su cortometraje Está bien llorar, Alicia.

Sobre los retos futuros que afronta una mujer directora/realizadora en la industria del cine, Lockart señala que: “el primer reto es que tal vez no se le tome tanto en cuenta, o no crean que es capaz, pero gracias a Dios hay muchas realizadoras dominicanas que están dando de qué hablar y están defendiendo y haciéndole ver al público, y a todo el que trabaja en este medio, que las mujeres tenemos la misma capacidad de creación que los hombres, trabajamos fuerte al igual que ellos”.

Otras producciones “cómicas” se valen de la objetivación de la mujer como recurso recurrente por el matiz sexual que tiene la comedia a nivel nacional, y que, al ser escrita por hombres, es inevitable que la mujer quede en el plano de la sumisión, pues rara vez se trata de una mujer que es dueña de su sexualidad y sus acciones, y siempre será para satisfacer o favorecer al hombre.

En otras películas como La lucha de Ana (Bladimir Abud,2012), La Gunguna (Ernesto Alemany, 2015), Carpinteros (José María Cabral, 2017), Cocote (Nelson Carlo de los Santos, 2017), Dólares de arena (Laura Guzmán e Israel Cárdenas, 2014), La hija natural (Leticia Tonos, 2011) y Miriam miente (Natalia Cabral y Oriol Estrada, 2018), sus personajes femeninos, tanto en roles protagónicos como de soporte, son dueños de una personalidad propia, toman la acción en sus manos y tienen peso como unidad narrativa.  Son más que “props” (objetos que se utilizan y aparecen en las películas), como les llamo personalmente, que serán utilizados por los personajes masculinos en beneficio de la historia.

Como estudiante, consumidora de cine y futura realizadora, me da mucha curiosidad ver hacia dónde se dirigirá el cine dominicano en la medida que evolucione, no solo en las técnicas, sino también en el pensamiento.

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