@ Haití
¿Qué hace un inteciano en las “larguísimas” vacaciones inter trimestrales? Dormir, ir al cine o a la playa y cualquier otra cosa a la que habitualmente renuncia en las doce semanas intensas que sólo dan para proyectos y exámenes. Pero la creatividad y la innovación también se aplican al modo en que se invierte el tiempo libre. Por ejemplo, mi viaje a Canaán, un domingo de octubre. ¿La de Israel, de peregrina? ¡NO! La de Haití, a 8 horas de casa.
Decidí unirme a la convocatoria que hacían Funglode y la Fundación Un Techo para Mi País a ser voluntaria de la construcción, de modo que entre compromisos laborales preparé mi maleta, mis provisiones de galleticas y enrollé el sleeping back que me acompañarían a la experiencia más intensa de mi vida. Las ocho horas del viaje, desde las 12:00 a.m. hasta las 8:00 p.m., fueron un “cachú” comparadas con lo que vendría luego, pues cuando llegó el momento de abandonar el bus “moderno” con aire acondicionado, el calor y las sucesivas jornadas de trabajos se hicieron agobiantes.
Con Un Techo para Mi País llevamos de la teoría a la práctica eso de cambiar la vida a una familia en dos días.Con colaboraciones, esta ONG pone a la disposición de los voluntarios, los llamados “techeros”, los materiales para construir una casa sin que seamos arquitectos o ingenieros, y cambiar una de lona y palos mal armada por un techo digno.
Durante mis 8 días en Haití descubrí que la excelencia en lo que hacemos depende de nuestro compromiso con la causa y que los equipos comprometidos encuentran un punto de integración para romper los paradigmas, que es parte de la esencia inteciana. Muchos jóvenes latinoamericanos llegaron a Haití con la esperanza de generar cambios para los que ya estaban olvidados, abandonaron la comodidad de sus casas para construir un mejor mañana.
Es verdad que no estuve en la playa pero termine más bronceada de lo normal. Comprendí que las brechas que existen en el mundo se pueden acortar. Que señalar un problema no te da la misma satisfacción que ser parte de la solución. Que dormir en el suelo durante una semana, soportar aguaceros, comer lo que aparezca, pagar por bañarse en tres paredes (con vigilancia de mis compañeras) con una cubeta de agua, sin celular ni acceso a la red, se puede.
En pocos días se construyeron más de 300 casas, cambiamos realidades de muchas familias que hoy tienen un techo para albergar sus hijos o sobrellevar su vejez y una vez más comprobamos que las barreras del idioma y la distancia NO EXISTEN.
Es cierto que no todos los proyectos de ayuda social son iguales pero te invito a descubrir lo que es invertir tu tiempo en el servicio comunitario. En las redes sociales puedes encontrar instituciones serias que se dedican a estos fines. Como decía la madre Teresa de Calcuta “El que no vive para servir, no sirve para vivir”.