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La pandemia: un golpe de realidad a la fantasía de la cotidianidad

Por Diana Mateo/ estudiante de Negocios Internacionales

Este aislamiento total ha hecho que saquemos lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros y, al final de todo, somos eso: una mezcla perfecta de bondades, virtudes y defectos que crean un sutil misterio sobre nuestro ser.

Hemos descubierto que la vida es fugaz, que los momentos son únicos e irrepetibles; que lo eterno no es tan eterno y que el mañana tal vez no se encuentre tan cerca como parece.

Hemos descubierto que poco vale el dinero y las joyas, los carros, los lujos y demás, si no tenemos un amigo con quien disfrutarlo; y es que sí, nuestros amigos y familiares son el coeficiente de las variables que forman la ecuación que es nuestra vida; si no están ellos y sustituimos su presencia a cero, nada tenemos y nada valemos.

Hemos descubierto que más se extraña el calor de un beso que el de nuestro móvil, caliente siempre por el uso constante que le damos aun teniendo a alguien con quien hablar al frente. Descubrimos que más se extraña el abrazo de alguien que amas o el saludo del portero de la entrada de la universidad, que el de una cama confortable al final del agotante día laboral del que tanto nos quejábamos antes de esta crisis mundial.

Esta situación ha servido para que todos reconozcan la labor de nuestro personal de salud, y es que la utilidad del médico es directamente proporcional al enorme abismo entre el pago que este tiene respecto a un deportista, con la única observación de que el profesional de la salud no es quien goza del sueldo descomunal que merece; y es injusto porque ahí, justo cuando todos nos escondemos tras nuestras puertas, debajo de nuestras cómodas sábanas, cuando ya no nos interesa el fútbol sino seguir con vida, son ellos quienes están en el campo de batalla luchando por nosotros.

Esta pandemia nos ha servido para valorar y amar, para darnos por fin cuenta de que somos uno, que el dolor ajeno debe ser nuestro dolor, que el bienestar del otro debe ser nuestra felicidad. Espero que después de esto la humanidad tome uno que otro aprendizaje y la pandemia no haya sido lluvia y nosotros pavimento que, luego de ser empapado, se seca con el sol y se ensucia con el mismo polvo.


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