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Los estándares y la felicidad

Colaborador
8 May, 2015

En nuestro país no vamos a avanzar significativamente hasta que no adoptemos estándares consistentes para todo tipo de actividades con repercusión pública. Necesitamos estándares para producción y consumo de productos y servicios, en energía, información, salud, transporte, etc. 

 

Eligio Cabrera / Profesor Área de Ingeniería / eligio.cabrera@intec.edu.do

La creación, mantenimiento y elevación oportuna y consistente de estándares en el contexto socio cultural es una forma de promover objetivamente la felicidad de la mayoría.

Cuando en Estados Unidos se estableció el ASCII, siglas de American Standard Code for Information Interchange, para que los distintos fabricantes de computadoras, que en ese momento competían por imponer su formato a la industria, se creó una base sobre la que todos podían seguir desarrollándose de forma independiente sin fomentar caos en la fabricación y el consumo.

Los estándares son la implantación visible de las reglas del juego limpio para los actores sociales, sin discriminación de partes y para beneficio de todos. Un solo estándar vale más que mil discursos bien intencionados de un populista de cualquier época.

En efecto, cada fábrica seguía en libertad de probar las arquitecturas internas que quisiera en sus máquinas en una industria que se iniciaba y había que experimentar hasta encontrar lo que realmente funcionaba y era eficiente, pero a la hora de intercambiar información entre equipos no compatibles internamente, el ASCII aseguraba la comunicación sin ruidos, para beneficio de toda la industria.

Podríamos decir que el establecimiento de estándares promueve la unidad en la diversidad: se deja a cada actor social libre, en los confines de sus acciones privadas, pero se le impone un protocolo en sus acciones públicas.

pantallas

Eventualmente las arquitecturas internas de las computadoras llegaron a la madurez, fruto de verdaderas luchas en el mercado, de forma que el mundo de la computación personal de hoy lo domina un número muy reducido de arquitecturas. Y algo similar ocurrió con el software.

Cuando me mostraron por primera vez Windows 1.0, dije que era una porquería. Muchos pensaron lo mismo. Y todavía cuando salió Windows 3.1, se dijo que no era tan malo como se esperaba. Pero todos estábamos muy equivocados. Hoy Microsoft domina muy ampliamente el mercado mundial del software, y entiendo que se debe al establecimiento consistente de estándares.

Recuerdo cuando mi procesador de palabras, hoja de cálculo, manejador de base de datos, y varias otras aplicaciones que usaba en el día a día en mi PC, tenía cada una interfase distinta de usuario y había que memorizar una combinación distinta de comandos para cada una.

Windows hizo pasar todo eso a la historia. Empezó a usarse el término “bajo Windows”, que significaba que un software no sólo asumía una interface gráfica, una GUI (grafic user interfase) que lo hacía muchísimo más amigable para el usuario, sino que era la misma para todas las aplicaciones. Estaba emergiendo un estándar para la industria más importante de todas. Y no importaron las acusaciones, justificadas en muchísimos casos, de monopolio contra Microsoft.

Al final se impuso más por la racionalidad del estándar, creo yo, que por estrategias de mercado y su poder financiero. Otro ejemplo es el de Java, de Sun Micro Systems, que primero quizo crear un lenguaje común para la diversidad de hardware que había en la industria. Fracasó.

Pero llevo la misma idea al desarrollo de software para Internet, de manera que todos los programadores aprendieran el nuevo Esperanto, Java. La idea es que todo el software se desarrollara en Java y se creaba una máquina virtual que encapsulaba los detalles del hardware para el programador.

Y Java llegó bastante lejos, para sorpresa mía. Pero aunque Java me calló bastante bien como lenguaje, SUN me desagradó por su pretensión de obligarnos a todos a programar en un único lenguaje, a volver a subir la curva del aprendizaje, a negar la riqueza que cada lenguaje tiene, a declarar obsoleto a todos los demás lenguajes, a rechazar la sana ecología de los sistemas multilenguajes, entre otras varias pretenciones erróneas, en mi opinión.

Entonces Microsoft reaccionó con .NET, un entorno de desarrollo multilenguaje que permite al desarrollador seguir usando su lenguaje favorito y encapsula la diversidad del hardware mediante un código intermedio. La misma idea de SUN, pero respetando la diversidad del lado del desarrollo también. Esta no es una apología de Microsoft, sino una explicación posible de por qué  cerca del 90% de las computadoras personales en el mundo llegaron a usar su sistema operativo y de ofimática.

Para mí la clave es el concepto de estándar. En nuestro país no vamos a avanzar significativamente hasta que no adoptemos estándares consistentes para todo tipo de actividades con repercusión pública. Necesitamos estándares para producción y consumo de productos y servicios, en energía, información, salud, transporte, etc.

Así, llegaría el día en que el discurso de nuestro presidente constitucional, luego de una breve introducción anecdótica o patriótica, se limite a reseñar su satisfacción al leer en voz alta los indicadores objetivos, verificables e inteligibles para cualquier ciudadano de a pie, de cómo mantuvo o subió los anteriores y creó nuevos para la producción y el consumo, para provecho y felicidad de la inmensa mayoría de los dominicanos y el mundo.

 



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