Del otro lado de la calle
Moise Régis, de la carrera de Psicología, nos comparte un artículo literario que nos invita a reflexionar e iniciar la batalla interna para dejar nuestros miedos
Última en acostarse, primera en despertar. Así inicia y termina sus días entre el va y ven del ritmo de las horas. Sólo se escuchan murmullos de cánticos de aliento de esclavos de la conjuntara del que hacer. Que vulgar sensación es la que se aprecia por la ventana de mi castillo, no logro atinar en sus movimientos ni siquiera el respeto para el espacio propio.
Talvez, solo talvez, debería tan solo cruzar y…
Y recuerdo de aquellos que cruzan, si es que regresan, ya no son las mismas.
Diría que regresan como diferentes, sonrientes, sencillas, humanos, vulgares en comportamiento pero sobre todo, regresan con la cabeza alta. Alta como si encontraran un propósito por el cual luchar, como si cruzando conocieran lo que aún me es desconocido.
!Quiero, anhelo saber que pasa!
!Pero no! no puedo querer esto; No me lo puedo permitir. Humanoide soy. Estas cosas, no están en mis codificaciones.
Soy superior a estos recipientes emocionales que se vacían como globo pinchado por cualquier cursilería. Tengo un propósito con el cual cumplir hasta que otro me reemplace.
Soy lo que soy porque sí. No tengo tiempo para sentimientos, no necesito el sentir.
Pero,
Pero, ¿Y qué tal si cruzo? Solo para ver el proceder del cruzar, solo para encontrar el sentido y regresare antes de contagiarme. Oh si, cruzaré para ver de cerca sus idioteces. Saldré de mi cueva, saldré de mis cuadrados y voy a cruzar.
Y mientras dure, recordaré que soy él del otro lado de la calle y ahí he de volver antes que ella vuelva a acostarse, para poder apreciarla desde las ventanas de mi cueva.
Y mientras voy cruzando no dejo de pensar
¿Podré encontrar el camino de regreso?
¿Qué tal, si ya no quiera regresar?