Los Trinitarios, jóvenes que asumieron reto
Los jóvenes que integraron la Sociedad Secreta La Trinitaria demostraron valentía e inteligencia ante lo que les exigía la Patria hace 171 años, cuando todavía no contaban con herramientas como los smartphones, el internet y las redes sociales
Carmen Matos / carmen.matos@intec.edu.do
Reportaje gráfico: Ricardo Hernández
SANTO DOMINGO. Juan Pablo Duarte regresó al país de sus estudios en Estados Unidos y Europa en 1833. A once años de dominación, la idea de libertad fue sembrada en Duarte por el capitán del barco que le llevó a Estados Unidos, quien le cuestionó sobre qué se sentía ser un esclavo.
Con 20 años de edad, Duarte inició los trabajos de independencia sembrando ideas de libertad entre sus amigos, a quienes les impartía enseñanza gratuita en el almacén ferretero de su padre, ubicado en la calle de Las Atarazanas.
Mientras esto ocurría, comenzó a circular por la ciudad una hoja manuscrita llamada “El dominicano español”, con mensajes en contra del Gobierno haitiano, establecido en la parte Este de la isla en el año 1822 y dirigido por el caudillo Jean Pierre Boyer. El pasquín pronto generó interés en la Capital y todo el país. En respuesta, Boyer puso a circular “La Chicharra”, una publicación orientada a controlar la rebeldía.
Aunque era anónimo, el pasquín era escrito por José María Serra, quien le confió su secreto a Duarte. De inmediato, ambos se unieron en la tarea hasta que un día Duarte le animó a desplegar acciones más contundentes.
Nace La Trinitaria
En 1838 Duarte y Serra lograron reunir a un grupo de amigos interesados en la independencia y se decidieron a conformar la Sociedad Secreta La Trinitaria. La reunión sería en casa de la madre de Juan Isidro Pérez, doña Josefa Antonia Pérez “Chepita”, y se escogió el 16 de julio porque es el día de la Virgen del Carmen, y como la casa está ubicada frente a esa iglesia en la calle Arzobispo Nouel, la reunión no generaría sospecha.
Los miembros fundadores de La Trinitaria fueron: Duarte (25 años), Serra (19), Juan Isidro Pérez (29), Pedro Alejandro Pina (17), Benito González (27), Félix María Ruiz (23), Jacinto de la Concha (19), Juan Nepomuceno Ravelo (25) y Felipe Alfau (20).
Según narra el historiador Mariano Lebrón Saviñón, para formalizar su unión, los Trinitarios leyeron el Juramento Trinitario y lo firmaron con su propia sangre, dibujando una cruz.
Cada miembro fundador tenía un pseudónimo y un color asignado para proteger su identidad, Duarte era “Arístides” y su color el azul; Benito González era “Leonidas”; Alfau era “Simón” y Ravelo “Temístocles”. Cada uno debía buscar a dos más los cuales sólo lo conocían a él, de manera que en caso de traición sólo dos corrieran peligro y no todos los conjurados. Además, tenían un alfabeto y clave de toques para comunicarse.
Rápidamente se integraron Francisco del Rosario Sánchez (21 años) y Ramón Matías Mella (22), Vicente Celestino Duarte (36), Fray José Antonio Bonilla, Pedro Pablo Bonilla, Tomás de la Concha, Felix María del Monte, José María Imbert, Antonio Duvergé, entre otros muchos.
Para 1840 el gobierno Haitiano sospechaba de una posible conspiración en Santo Domingo, mientras La Trinitaria crecía en adeptos. Fue entonces, cuando fundaron La Filantrópica, una sociedad de aparente carácter cultural que funcionaba bajo el lema “Paz, unión y amistad”. Hacían reuniones públicas en el hogar de Pedro Alejandro Pina, a manera de veladas literarias.
Luego, fundaron la sociedad La Dramática, que presentaba obras seleccionadas por Duarte y que habían sido traídas de Europa. La primera fue “Roma libre” y se presentó en una casa particular con el permiso que era exigido por las autoridades haitianas.
Persecución y sacrificios
Los Trinitarios fueron víctimas de graves persecuciones. Uno de los centros principales de conspiración fue la propia casa de la familia Duarte. A pesar de los atropellos que recibía de los dominadores, la hermana de Duarte, Rosa, contribuyó a los trabajos de independencia junto a un grupo de amigas, quienes se dedicaron a fabricar cartuchos para la revolución.
Además, convertían en balas las planchas de plomo que quedaban en el almacén de Juan José Duarte. “Chepita” Pérez, Ana Valverde, María Trinidad Sánchez, María Baltasara de los Reyes, Concepción Bona, María De Jesús Pina, se sacrificaron y promovieron en sus casas complots contra la dominación.
Con la caída de la dictadura de Boyer en Haití, emergió el tirano Charles Gérard, quien se trasladó con sus tropas a la Capital donde arribó el 12 de julio de 1843.
A su llegada, apostó sus tropas frente a la residencia de la familia Duarte y Díez, pero Duarte estaba avisado y escondido. El 14 de julio, los haitianos hicieron una redada de Trinitarios en la que apresaron a Pedro Pablo Bonilla, Juan Nepomuceno Ravelo, Luis Betances, Silvano Pujols y otros, a quienes enviaron a la capital haitiana.
Corría la voz en la Ciudad de que el tirano haitiano ofreció 3,000 pesos y la charretera de coronel por la cabeza de Duarte. Sánchez, quien también estaba oculto, enfermó de neumonía ya que al enterarse de la persecución contra Duarte viajó a buscarlo a la Capital, y para escapar a quienes le buscaban pasó la noche nadando en el río Ozama.
A pesar de los numerosos espías y patrullas por las calles, Duarte logró escapar. Salió rumbo a Saint Thomas el 2 de agosto de 1843 y de ahí viajó a Caracas, Venezuela. Estando allí, se dedicó a recaudar fondos para la causa independentista, celebrando reuniones de dominicanos y venezolanos en casa de su tío José Prudencio Díez para recaudar fondos.
El 16 de enero de 1844 los Trinitarios pusieron a circular el Manifiesto de los Pueblos de la Parte Este de la Isla Española o de Santo Domingo, sobre las causas para su separación de la República Haitiana.
El 24 de febrero celebraron una reunión urgente en casa de Sánchez para ultimar detalles de la Independencia Nacional.
El nacimiento de la República Dominicana
A las 10 de la noche del 27 de febrero se reunieron en la Puerta de la Misericordia los conjurados y debido a que había un grupo más pequeño del esperado, algunos comenzaron a dudar. En ese momento, Ramón Matías Mella disparó al aire su trabuco, animando a todos los presentes.
De allí se dirigieron a la Puerta del Conde donde se hizo la Declaración de Independencia y se instaló la Junta Central Gubernativa, presidida por Francisco Del Rosario Sánchez.
Al amanecer del 28 de febrero se izó por primera vez la bandera que habían bordado María Concepción Bona y su prima María De Jesús Pina. El día 29, a las 6 de la mañana, las autoridades haitianas hicieron entrega formal de sus poderes, bienes, archivos, equipos militares y propiedades. Cientos de personas celebraban en las calles y se habían trasladado a la Capital de los pueblos.
En una carta escrita por el Cónsul de Francia en Santo Domingo, Eustache de Juchereau de Saint Denys, al ministro de Negocios Extranjeros Guizot el 3 de marzo de 1844, narra “desde entonces la tranquilidad es perfecta”.
Duarte arribó al país el 15 de marzo de 1844 proveniente de Saint Thomas, donde había contraído la enfermedad del paludismo. Fue recibido en el Puerto de Santo Domingo con grandes celebraciones.
¿Qué retos enfrenta la Patria hoy?
A 171 años de la Independencia, cuando la Ciudad Capital no se limita a la Zona Colonial y la Bandera Nacional ondea honrosa en casas, edificios gubernamentales y comercio, la historia no nos exige disparar un trabuco.
La República Dominicana, es aquejada por un precario sistema de salud, que exige profesionales de la Medicina con formación más humana, actualizada y pertinente; maestros con vocación para transformar el sistema educativo e ingenieros que construyan vías que conecten nuestras comunidades, con conciencia sostenible y de respeto al medio ambiente.
Los jóvenes dominicanos estamos llamados a asumir el reto de continuar construyendo la Patria que nos dejaron los Trinitarios desde nuestros espacios #YoLeSumoALaPatria.
- Compendio de la Historia de Santo Domingo. José Gabriel García. Tomo II (1968).
- Correspondencia del Cónsul de Francia en Santo Domingo, 1844-1846. Emilio Rodríguez Demorizi (1996).
- La Trinitaria. Mariano Lebrón Saviñón (1988).
- La Trinitaria. Manuel A. Machado Báez (1956).