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El amor es cuestión de químicos

Montserrat Díaz
8 April, 2013

[sws_red_box box_size=”310″] Montserrat Díaz | montserrat.diaz@intec.edu.do [/sws_red_box]

Días atrás me topé con una revista cuyo tema principal era poco convencional: las pociones y secretos que supuestamente, determinan el éxito de una relación. Mi reacción inmediata fue pensar en las tonterías que la gente se cree, seguido por un “esto es peor que el cuento del té de pantis”, o el de que a ‘’las parejas no se les regalan zapatos para que no te zapateen’’. En fin, un sin número de ideas increíbles de cómo hacer que el enamoramiento y el amor, funcionen.

Al dar un par de clicks, entendí que aquello que parecía sacado de Alicia en el País de las Maravillas, puede llegar a ser cierto siempre que lo veamos desde el punto de vista de la ciencia. Recordé entonces una palabra que aprendí en una clase de biología: ¡feromonas!

Sustancias químicas que poseemos los seres vivos y nos hace secretar una peculiar fragancia que es atractiva a los demás. Algo que el mundo animal toma muy en serio, pero en los humanos sería como un “¡Diache, muchacha/o tu si huele’ bueno!”…a pesar de no existir ningún perfume. En pocas palabras: es un olor característico que tenemos y nos permite atraerl a ciertas personas y viceversa.

A las feromonas, les sigue la dopamina que no tiene nada que ver con dramamina, y es conocida como “la hormona del placer”. Aún sin asociarse siempre al amor, es la parte del cerebro que nos impulsa a hacer las cosas que nos satisfacen.

En otro lugar está la feniletilamina. Descrita como la sensación de “estar en el cielo”, es como el primer mes de amores, el fri-í-to que nos da en la espalda cuando nos da el primer like en Facebook. Y, si nos vamos mas lejos, también es como aquella frase que todos conocemos: “mijo/a, tu ‘ta lento/a hoy, ‘ta enamorao?’’ refiriéndose a cuando interviene la serotonina, hormona que permite controlarnos cuando estamos enamorados y detener las locuras que nuestro cerebro ordena bajo el efecto “aficie”. Esta se contradice con la norepinefrina, responsable de las manos sudorosas, el tartamudeo, los chistes malos, la adrenalina a millón, los post-its anónimos, y toda la euforia del “crush”.

Pero, imaginemos un mundo donde el flechazo funcione y las hormonas sean correspondidas. ¿Existiría alguna para mantenerlas? Sí, aquí interviene la famosa oxitocina, llamada también “sustancia química del abrazo”. Nos influencia a apegarnos al otro y aumenta cuando ocurre contacto físico con la persona que nos tiene norepinefrinizados.

Y habiendo tantas opciones para enredarnos, ¿Qué nos hace quedarnos con una sola?…la vesopresina. Un químico al que también llaman ‘’químico de la monogamia’’, es responsable de mantenernos unidos a una sola persona sin importar el/ la modelo de GQ que se ponga en frente. Y para terminar, las famosas endorfinas, sustancia que permite transformar a todas las demás en “amor verdadero” y trae consigo la “felicidad”. Incluso funciona como analgésico y también está presente en el chocolate.

Entonces, todo sí es cuestión químicos, y, peor que el juego del teléfono, por el “boca a boca” este término llego a pasar de un hechizo de hervir puerro y miel debajo de la luna llena de agosto, a ser incluido, de forma más aterrizada en una revista de las de salas de esperas.

Ya sean las feromonas, minas, ninas, frinas, cinas o finas, todo es cuestión de hormonas, químicos y juegos cerebrales para hacer que una persona convencional se convierta en una extraordinaria. Lamentablemente, ninguna de ellas viene en pastillas.



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