Un médico en un colmado banilejo
Gallos, mangos, bachatas, yaniqueques, motores, arepas y algunas que otras “R’s” mal puestas han sido parte fundamental de las 11 semanas que he pasado entre la comunidad de El Llano en Baní. Esperé mucho tiempo para llegar aquí (casi cinco años) y sin duda ha sido una experiencia invaluable en mi formación como doctor en Medicina, no por los conocimientos adquiridos pero por el compartir cotidiano con la gente de estos pueblos, por el trabajo comunitario realizado y por la calidad humana que se adquiere en el proceso.
A diferencia de la vida en la ciudad, la vida en una comunidad rural es muy tranquila, simple y con problemáticas sociales totalmente distintas a las de sus contrapartes urbanizadas, además de situaciones de salud muy particulares que desafían las destrezas de los estudiantes que trabajamos allí por los limitados recursos con los que contamos para resolver o manejar lo que aqueja al paciente.
Desde las 8:00 AM hasta el mediodía se labora en las UNAP (Unidad Nacional de Atención Primaria) brindando asistencia en las diferentes tareas clínicas como consultas diversas (Ginecología y Obstetricia, Medicina General, Pediatría), jornadas de vacunación, emergencias, visitas domiciliarias y seguimiento a pacientes.
La otra parte del Internado de Medicina Social es el trabajo comunitario, el cual insisto es lo más importante y el centro de este ciclo de Pasantía Rural. Sólo por este medio se puede impactar la comunidad y la salud colectiva positivamentey con efectos duraderos.
Preparar charlas sobre prevención, visitar enfermos, darse un baño en la rigola (canales de riego), programar operativos y hacer amigos con quienes pasar un buen rato, todo esto es parte de la atención primaria en salud e influye directa e indirectamente sobre el medio en que nos desenvolvemos.
Las incontables horas de trabajo y de sudor son bien pagadas, y aunque no hay una remuneración en efectivo, he recibido algo más grande que lo material. Obtener una sonrisa en cada casa, que te brinden un café o un vasito de jugo, que te regalen una funda de mangos, un heladito de leche con pasas en fundita o solamente que te inviten a sentarte bajo una mata a conversar es señal del cariño que te has ganado y de que ya eres parte de ellos, además de ser una muestra de que logramos nuestros objetivos y de que el trabajo está hecho.
El calor es inclemente, más de una vez mis compañeros se han referido a un sol mellizo que colabora con las interminables horas de calor de la faena. Y a pesar de lo incómodo que resulte salir a trabajar en tales condiciones y sin el confort que nos rodea en nuestras casas, no nos faltan las ganas de ir a nuestros puestos y servir a nuestra comunidad, porque al final de cuentas para eso estamos estudiando… para servir, proteger y devolver la salud a quienes lo necesiten sin importar cómo, cuándo, ni dónde.
Esta es una pequeña parte de mi historia en El Llano. Cada médico interno que pasa por este ciclo y por las diferentes comunidades de la provincia Peravia ha tenido vivencias impresionantes. Yo sólo quería compartir las mías con ustedes mientras me como unas masitas con refresco rojo en este colmadito.