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Laura y Jorge Miranda: legado y tradición inteciana

Por: Jorge Miranda, docente del Área de Ingenierías y padre orgulloso de Laura

No hay palabras para describir el sentimiento de ver a un hijo recibir su título de profesional, y más aún cuando ha seguido tus pasos y ha logrado superarte.

Reconocer el valor de la educación y servir a otros han sido principios familiares que hemos recibido de nuestros ancestros, entre los cuales se pueden mencionar muchos ejemplos de profesores. Por citar uno, mi padre fue maestro por más de seis décadas y participó en el desarrollo de importantes centros educativos en el país.

Laura vino al mundo una madrugada de julio, justo el día del baby shower que su madre y yo habíamos organizado para ella. De carácter sereno, sencillo y con una fuerte personalidad, no ambiciona reconocimientos ni posiciones; hace lo que debe para lograr sus resultados. Esta característica la demostró desde muy temprana edad, cuando, a sus nueve años, ya organizaba su propio cumpleaños, asignando tareas a sus tíos y familiares cercanos, a quienes daba seguimiento para asegurar el cumplimiento de sus encargos.

Compartimos intereses por la lectura, la música y la afición por el estudio, aunque su rendimiento académico ha sido superior al mío, tanto en el colegio como en la universidad.

Laura estudió en un colegio dentro de una promoción especial, un grupo donde había un alto número de estudiantes en el cuadro de honor, siendo ella quien obtuvo el mayor índice académico. Por esta razón, fue escogida para dar el discurso en nombre de sus compañeros el día de su graduación.

Nuestras historias en el INTEC son similares. Yo soy el primer inteciano de mi familia, llegando a esta alta casa de estudios seleccionado entre los mejores bachilleres del país por el Programa INTEC con los Estudiantes Sobresalientes (PIES) en el año 1989. Laura ingresó al INTEC a través del mismo programa en 2021.

Sin embargo, la historia de Laura y el INTEC comenzó muchos años antes, cuando, siendo aún muy niña, participaba en los campamentos de verano y en los reconocimientos al mérito estudiantil que se organizan anualmente.

Nuestra trayectoria como estudiantes fue también similar, combinando nuestra labor académica con el deseo de contribuir al impulso de la carrera. Ambos participamos activamente en la directiva del comité de estudiantes de Ingeniería Industrial, del que fui cofundador en 1991, sin que ello afectara nuestro desempeño académico. Completamos nuestros estudios con altos índices: en mi caso, Magna Cum Laude; en el caso de Laura, Summa Cum Laude, con un astronómico índice de 3.97.

Hace poco sufrimos la pérdida de mi padre, y una de sus últimas alegrías fue saber que Laura había terminado sus estudios y se iba a graduar con honores. Es la primera de las nietas de los Miranda Cubilette en finalizar sus estudios universitarios.

De todos estos años, el mayor tesoro es que Laura ha podido encontrar un grupo de amigos que, como ella, son dedicados, comparten los mismos principios y valores, y que, aunque provienen de orígenes diversos, han sabido complementarse y apoyarse mutuamente.

Hasta ahora, nuestros caminos son parecidos. Con el final de su carrera universitaria y el ingreso a la vida profesional, se abre un mundo de posibilidades; solo resta ver el desarrollo del inmenso potencial de la ingeniera Laura.

En agosto daremos la bienvenida al INTEC a mi segunda hija, pero esa ya es otra historia.



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