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El arte de crecer a través de los errores

Por: Keila Pérez Nin/Egresada del Máster en Administración de Negocios (MBA)


Existe la idea errónea de que para ser líder debemos proyectar fortaleza todo el tiempo, presentar una imagen impecable, ser infalibles. Pero ¿y si la verdadera fortaleza no residiera en la perfección, sino en la valentía de admitir nuestros errores? Aceptar los errores no es señal de debilidad; es un poderoso acto de autenticidad y crecimiento. Cuando reconocemos nuestros errores, enviamos un mensaje contundente a quienes lideramos: que está bien ser humano, fallar y aprender. Aquí es donde se forja el liderazgo genuino.

Imagina un entorno estudiantil o laboral donde los líderes hablan abiertamente de sus errores sin temor a ser juzgados ni a perder el respeto. Al hacerlo, crean una cultura de transparencia e integridad, donde la honestidad se convierte en la piedra angular de la confianza. Al admitir tus errores, no solo demuestras valentía, sino que también allanas el camino para que tu equipo y/o compañeros hagan lo mismo. Demuestras que la vulnerabilidad no es una desventaja, sino un puente que nos conecta a todos

Cometer errores, aceptarlos, aprender de ellos no es algo que se aprende en un salón de clase, sino en plena acción, tomando decisiones, arriesgándote. Y créeme el mundo fuera de las aulas está muy ligado a lo que llamamos VUCA; un acrónimo que significa Volatilidad, Incertidumbre, Complejidad y Ambivalencia donde se describe un entorno empresarial o situación que es caracterizada por estos cuatro elementos, haciendo que sea difícil de predecir, analizar y gestionar.  Al tomar decisiones bajo este ambiente no siempre se es asertivo, por lo que los errores estarán a la orden del día
.  Pero reconocer los errores no se trata solo de ser abierto; se trata de asumir la responsabilidad. Cuando asumes tus acciones, tanto positivas como negativas das un poderoso ejemplo a quienes te rodean. La rendición de cuentas no se trata solo de admitir cuando las cosas salen mal; se trata de actuar y corregir.

Los líderes que encarnan este principio inspiran una cultura donde cada miembro del equipo comparte la responsabilidad, dando un impulso colectivo hacia la excelencia.

La transparencia en el liderazgo fomenta la comunicación abierta. Cuando los líderes admiten sus errores, se elimina el estigma del fracaso y se empodera a otros para compartir sus ideas e inquietudes sin temor a represalias. Es en estas conversaciones honestas donde se produce el verdadero crecimiento; al crear un espacio seguro donde los miembros del equipo se sienten cómodos al expresarse, cultivamos un entorno donde las ideas innovadoras pueden prosperar.

Estoy completamente segura de que aquellos que son más exitosos son los que se han arriesgado y han cometidos errores, recuerdo haber trabajado para alguien que me dijo: “Yo no estoy en contra de los errores, estoy en contra de aquellos que no los admiten y son incapaces de usarlos para crecer”, y continúo citando “en mi empresa quienes han traído los mejores negocios y han desarrollado los productos más innovadores son aquellos que han cometido más errores”

Equipo Apolo 27, ¿tú crees que este equipo, fue directo al éxito? o ¿cometieron errores, se levantaron, aprendiendo y siguieron?  En este enfoque, los errores no se ven como contratiempos, sino como valiosas oportunidades de aprendizaje. Cada paso en falso se convierte en una lección, cada error en una oportunidad para perfeccionar estrategias y fortalecerse. Esta mentalidad transforma los fracasos en peldaños, permitiéndonos avanzar con mayor claridad y comprensión. Es un poderoso recordatorio de que el éxito no se define por evitar errores, sino por cómo nos recuperamos después.

Cuando, como líderes, aceptamos nuestras imperfecciones, cultivamos la resiliencia e inspiramos a otros a hacer lo mismo. Cambiamos la narrativa del miedo y la evasión a una de crecimiento y desarrollo continuo. En este espacio, cada desafío se convierte en una oportunidad para aprender, cada error en una oportunidad para evolucionar.

Así que, redefinamos lo que significa liderar. Dejemos de lado la ilusión de la perfección y adentrémonos en la autenticidad de ser humanos; lideremos no fingiendo ser infalibles, sino demostrando que la verdadera fuerza reside en nuestra capacidad de reconocer los errores, aprender de ellos y levantarnos.

A menudo pensamos que ser líder significa tener todas las respuestas, nunca flaquear, siempre proyectar fuerza. Sin embargo, la verdadera fuerza no consiste en ser perfecto; se trata de ser auténtico, se trata de aceptar la responsabilidad, dar la cara y decir: “Sí, cometí un error y esto es lo que he aprendido de él”. Porque cuando reconocemos nuestros errores, no solo mostramos valentía, sino que damos permiso a todos los que nos rodean para que también sean humanos. Y en ese espacio de honestidad, es donde se produce el verdadero crecimiento; ahí es donde se construye la confianza, donde los equipos se unen y donde todos crecemos juntos, más fuertes y sabios.

Cuando admites tus errores, no pierdes el respeto, sino que lo ganas. No debilitas tu influencia, la amplificas; porque los mejores líderes no son aquellos que nunca tropiezan, sino aquellos que tropiezan, aprenden y siguen adelante con integridad.

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