En pleitos de marido y mujer nos debemos meter

Por: Daniela Santana
Estudiante de la Licenciatura en Comunicación Social y Medios Digitales de INTEC
En la República Dominicana, la violencia de género continúa cobrando vidas, dejando una estela de dolor y silencio. A pesar de los esfuerzos institucionales y sociales, las estadísticas revelan una cruda realidad: muchas mujeres siguen siendo víctimas de un sistema que no logra protegerlas a tiempo. Este reportaje recoge testimonios, cifras y reflexiones sobre una problemática urgente que afecta a miles de familias en todo el país.
El nombre de “María” ha sido cambiado para proteger la identidad de la persona. Su historia representa la realidad de muchas mujeres dominicanas que han enfrentado violencia en silencio.
María sobrevivió, pero otras no tuvieron la misma suerte:
Durante años, los vecinos deMaría escuchaban sus gritos y veían los moretones en su cuerpo. Aun así, guardaron silencio. “No era asunto suyo”, pensaban. Esa indiferencia, la misma que hoy pesa sobre las mujeres en República Dominicana, casi le cuesta la vida.
Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), República Dominicana ocupa el segundo lugar en tasas de feminicidios en América Latina, solo por detrás de Honduras. Una estadística alarmante que refleja una realidad sistemática de violencia contra la mujer. La violencia de género no es un problema aislado; es una epidemia silenciosa, muchas veces invisible para la sociedad, pero fatal para quienes la viven.
María logró salir del ciclo de violencia. Hoy se siente libre, en paz consigo misma y agradecida con Dios. Su testimonio es uno de resiliencia, pero también de advertencia: “Si vuelves hacia atrás, vuelves a lo mismo”, dice con firmeza.
Quienes la rodeaban le aconsejaban dejar a su agresor: “Ese hombre te va a matar”. Pero, como muchas víctimas, María tardó en abrir los ojos. Ella sobrevivió. Pero muchas otras, no.
El rostro de la tragedia:
En el primer trimestre de 2025, ya se han reportado 17 feminicidios en el país. Detrás de cada número hay una historia, estas son algunas:
Ana Luisa Doñé, 54 años, asesinada por su pareja, un sargento de la policía, quien luego se suicidó.
Maricela Rodríguez Marte y su hija Arianni Mailey Marte, baleadas por la pareja de Arianni, también oficial.
Jennifer Milagros Peña, 43 años, murió tras 18 años de maltrato.
Rosa María Juanes Polanco, 36 años, asesinada por su expareja, dejando tres hijos huérfanos.
Noemí Ester Barela Marte, 28 años, atropellada repetidamente por su expareja.
María Ester Moya, 28 años, recibió dos disparos por la espalda.
Luz Clarita Castro Quijada, 27 años, apuñalada pese a una orden de alejamiento.
Jennifer María Disla Santos, 26 años y embarazada, recibió 12 puñaladas.
Brandy Yuleisy Rodríguez, 22 años, asesinada tras denuncias ignoradas por la policía.
Mayeline Castillo, 20 años, apuñalada frente a su hija tras apenas 15 días de separación.
Estas muertes son el resultado de un sistema que ha fallado. Según el Ministerio Público, de los 71 feminicidios ocurridos en 2024, el 87% no contaba con denuncias previas.

La ministra de Interior y Policía, Faride Raful, expresó su preocupación ante el aumento de feminicidios en el primer trimestre de 2025, con 17 casos registrados oficialmente. De estos, 14 mujeres no habían presentado denuncias previas contra sus agresores, lo que, según la funcionaria, limita la capacidad de las autoridades para actuar de forma preventiva y efectiva.
Raful destacó la urgencia de fomentar una cultura de denuncia y apoyo comunitario para enfrentar este problema, y llamó a una cruzada de sensibilización nacional que involucre tanto a las instituciones como a las comunidades.
Además, subrayó la necesidad de brindar atención emocional a los hijos que quedan en situación de orfandad tras estos hechos violentos. A pesar de estas dificultades, la ministra señaló que en los casos donde sí hubo denuncias, la efectividad de ejecución de órdenes de arresto supera el 80 %. También informó que la tasa general de homicidios se sitúa en 7.79 por cada 100 mil habitantes, con 18 provincias manteniéndose por debajo de un dígito y cuatro sin registrar homicidios, aunque reconoció que el país enfrenta constantes desafíos en este ámbito.
Estas declaraciones cobran mayor relevancia al observar el mapa de denuncias de violencia de género correspondiente al año 2024. Este patrón evidencia la urgencia de una intervención sostenida que transforme las alertas tempranas en acciones efectivas.

Este mapa refleja las denuncias registradas por violencia de género e intrafamiliar en todo el territorio dominicano durante el año 2024. Según datos de la Policía Nacional, el Distrito Nacional lidera con un alarmante total de 6,340 denuncias, siendo la provincia con más casos reportados. Le siguen San Juan con 452 y Hato Mayor con 396.
En contraste, provincias como La Vega, Monseñor Nouel y Sánchez Ramírez reportan cifras cercanas a cero, lo cual puede reflejar no una ausencia del problema, sino una subrepresentación debida a factores como miedo a denunciar, falta de acceso a instituciones o desinformación.
Esto subraya la importancia de no solo cuantificar los casos, sino también fortalecer las vías de acceso a la justicia y protección en todas las regiones del país.

¿Por qué no denuncian?
La generala de la Policía Nacional, Janet González, entrevistada para este medio, señala que la manipulación psicológica del agresor lleva a muchas mujeres a creer que merecen el abuso. A esto se suma la dependencia económica y la presión social.
Muchas veces, la víctima guarda silencio porque teme no poder sobrevivir sola o ser juzgada por su entorno.
“Ella me lo decía solo a mí”, cuenta una testigo del abuso a Mar. “Nunca a sus padres. Lo quería demasiado para aceptar la realidad”. Ese amor distorsionado, sumado al miedo, puede ser una sentencia de muerte.
El papel clave del tercero: seguridad, disuasión y acompañamiento:
Durante el conversatorio, el psicólogo Luis Vergés —reconocido por su labor en temas de salud mental y violencia intrafamiliar— aportó una visión esencial sobre la necesidad de intervención externa en situaciones de abuso. Según explicó, cuando una persona, especialmente una mujer, se encuentra dentro de una relación violenta, vive bajo una condición de vulnerabilidad extrema, dominada por el control psicológico y físico del agresor.
“La introducción de un tercero dentro de la ecuación viene a facilitar varios procesos”, afirmó Vergés. Esta figura externa, lejos de ser un simple espectador, puede tener un impacto profundo. Su sola presencia puede disminuir la percepción de peligro que tiene la víctima, quien muchas veces siente que está completamente sola y a merced del agresor.
No se trata solamente de “estar ahí”, aclaró el psicólogo, sino de intervenir de forma estratégica. “Si ese tercero tiene competencias, habilidades y capacidad para disuadir al agresor, y además transmite un mensaje de tranquilidad y seguridad a la víctima, puede ser de mucha utilidad”. Esta figura puede ser un familiar, vecino, profesional o incluso una autoridad, pero lo importante es que sepa actuar con empatía, conocimiento y respeto hacia la víctima, comprendiendo la complejidad del contexto.
Vergés subrayó que este tipo de acompañamiento puede marcar una diferencia vital, ya que ayuda a crear un puente entre la víctima y las instituciones o redes de apoyo profesional. Además, el tercero puede alertar a las autoridades, fomentar la denuncia o simplemente estar presente para interrumpir el ciclo de violencia, dando a la víctima una oportunidad para reconstruir su seguridad emocional y física.
Una responsabilidad colectiva:
La violencia de género es un delito, pero también un problema de salud pública. Desde 1996, la Organización Mundial de la Salud lo ha reconocido como tal. Los Estados están obligados a intervenir incluso en los espacios que tradicionalmente se consideraban “privados”, porque cuando se transgrede el derecho a la vida y la integridad de las mujeres, lo privado deja de serlo.
Segun datos ofrecidos mediante el Solicitud de Acceso a la Información (portal SAIP) en 2024, la Procuraduría General de la República recibió más de 104,000 denuncias por violencia intrafamiliar y delitos sexuales. Ese mismo año, el Ministerio de la Mujer brindó más de 68,000 asistencias legales y más de 22,000 atenciones psicológicas, alcanzando un total de más de 90,000 casos atendidos.

La siguiente tabla estadística, emitida por la Procuraduría General de la República, ofrece un desglose detallado de las denuncias por violencia de género, intrafamiliar y delitos sexuales en la República Dominicana durante el período enero-diciembre de 2024. Esta data proviene de las Unidades Especializadas en Violencia de Género, Intrafamiliar y Delitos Sexuales (UVG/GS).
Violencia de Género – Ley 309-1 C.P.
Esta categoría agrupa denuncias por violencia física, verbal y psicológica cometidas fuera del ámbito familiar, principalmente por exparejas o personas con vínculos sentimentales.
- Violencia física: Se registraron 7,629 denuncias en total, con una distribución relativamente estable durante todo el año. No obstante, se observa un leve incremento en los meses de marzo y agosto, posiblemente coincidiendo con fechas de alta presión social o económica.
- Violencia verbal y psicológica: Alcanzó un total de 12,866 denuncias, lo que refleja una realidad menos visible pero persistente.
Subtotal categoría: 20,495 denuncias por violencia de género en el año.
Violencia Intrafamiliar – Ley 302-2 C.P.
Esta sección abarca la violencia ejercida dentro del núcleo familiar, afectando principalmente a mujeres, niños y adolescentes en sus propios hogares.
- Violencia física: Con 14,540 casos, esta categoría representa un riesgo directo para la integridad de las víctimas dentro del entorno familiar.
- Violencia verbal y psicológica: La más común dentro del ámbito familiar, con 24,136 denuncias.
- Violencia patrimonial: Involucra control o daño a bienes materiales de la víctima, registrando 573 denuncias, la cifra más baja, pero significativa.
Subtotal categoría: 39,249 denuncias por violencia intrafamiliar.
Total general
Sumando ambas categorías, el total de denuncias registradas en el país durante el año 2024 asciende a 59,744. Esta cifra representa tanto el impacto extendido de la violencia basada en género como el nivel de confianza (o necesidad) de las víctimas en las instituciones encargadas de su protección.
Este tipo de desgloses mensuales no solo ayudan a identificar picos o patrones, sino que también pueden servir como base para campañas de prevención o refuerzo institucional en meses críticos.

Este segundo mapa presenta las atenciones legales y psicológicas proporcionadas por el Ministerio de la Mujer por provincia. La intensidad del color representa el volumen de atenciones, siendo más oscuro para provincias con mayor número.
En este caso, el Distrito Nacional encabeza con 19,468 atenciones, seguido de Espaillat (9,859), el Duarte(5,436) y San Cristóbal (5,012). En el otro extremo se encuentran Pedernales (170) y El Seibo (160).
Este mapa refleja de manera general la respuesta institucional del Estado frente a los casos de violencia, aunque también evidencia la necesidad de reforzar los recursos en zonas con menor cobertura o demanda.
Los niños también sufren:
No denunciar vulnera a los niños, niñas y adolescentes también. Cuando una mujer sufre violencia, sus hijos también la padecen. Aunque no reciban los golpes, los ven, los escuchan, los sienten. En 2024, más de 350 menores estuvieron involucrados en casos de violencia de género o intrafamiliar, lo que evidencia que las consecuencias se extienden mucho más allá de la víctima directa.

Este tercer mapa visualiza los casos en los que menores de edad se vieron afectados directa o indirectamente por violencia de género, basado en estadísticas del Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (CONANI). La provincia con más casos es Santiago, con 119 reportes, seguida de Barahona (63) y Puerto Plata (55).
La presencia de menores en estas situaciones agrava las consecuencias, generando traumas que pueden perdurar en el tiempo. Esta data exige acciones urgentes de prevención, atención psicológica y protección integral para la niñez expuesta a contextos violentos.
Una campaña para cambiar conciencias
Desde el año 2021, la campaña “Vivir sin violencia, es posible” ha sido una de las principales estrategias del Ministerio de la Mujer para combatir la violencia de género e intrafamiliar en República Dominicana. A través de charlas educativas, talleres, actividades comunitarias y visitas casa por casa, esta iniciativa ha logrado impactar a 4,545,136 personas en todo el país. Solo en el año 2024, más de 1.6 millones de personas recibieron el impacto directo de estas acciones, lo que evidencia un alcance sostenido y creciente.

El enfoque de la campaña ha sido doble: concienciar sobre la violencia como fenómeno estructural y social, y difundir información sobre los servicios de atención disponibles para las víctimas. Esta intervención ha sido particularmente clave en comunidades vulnerables, donde muchas veces las mujeres no cuentan con redes de apoyo ni conocimientos claros sobre sus derechos. Además, la implementación de esta campaña ha sido respaldada por una importante inversión del Estado. Entre 2020 y 2024, el Ministerio de la Mujer ha ejecutado más de RD$2,371 millones en programas de prevención y atención, destinando RD$719 millones solo en 2024, de los cuales ya se ejecutaron más de RD$554 millones.

Estos fondos han permitido fortalecer protocolos de atención, ampliar la cobertura de servicios legales y psicológicos, y formar parte de una política pública enfocada en la creación de una cultura de paz. A pesar de los avances, organizaciones sociales han subrayado la importancia de incrementar la ejecución total de los recursos asignados y mejorar la eficiencia en la gestión presupuestaria. Aún hay desafíos importantes, pero el compromiso de las autoridades es claro: continuar invirtiendo y fortaleciendo una red nacional de prevención y respuesta para que cada vez más mujeres puedan vivir sin miedo.
Un llamado urgente:
La violencia contra la mujer no es un problema privado. Es una tragedia colectiva. Romper el silencio, brindar apoyo real a las víctimas, y exigir responsabilidad institucional ya no es opcional. Como sociedad, tenemos el deber de no ser cómplices de una violencia que cada día cobra más vidas.
El proceso no fue fácil. Como madre, María temía no poder salir adelante con sus hijos. Pero con determinación y esfuerzo, lo logró. Sus palabras son claras: “Si se dan un apoyo incondicional y tú pones de tu parte, se sale… pero no volviendo nunca hacia atrás”.
María tuvo una segunda oportunidad. Pero muchas otras mujeres no. Que sus nombres no se pierdan en el olvido. Que su historia nos despierte.
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