Espera, ¿Te conozco?
En la actualidad, muchas personas se creen con el derecho de juzgar las vidas de los demás. Se tiene una curiosidad que sobrepasa los límites y la falta de tacto para preservar la intimidad de un tercero no abunda. Así lo plantea José Aponte, estudiante de Medicina.
Por: José R. Aponte Marte/ Estudiante de Medicina
Siento que quiero escribir acerca de 99 cosas distintas pero,como todo, empezaré por la más
urgente.
En casi 23 años he pasado por muchas etapas en mi relativamente corta vida; mi personalidad se ha inclinado hacia escuchar muy por encima de dirigir la conversación. Escuchar y juzgar eran mis dos actividades preferidas, luego llegaron los años universitarios (los cuáles aún estoy cursando), y escuchar fue lentamente desapareciendo. Juzgar se apoderó de mi casi por completo.
La razón por la que prefería escuchar es que escuchando se obtiene información, y cuando conversas con alguien esto es precisamente la meta: obtener tanta información como nos sea posible.
Es parte de la naturaleza humana conocer a un individuo y tratar de suponer o conocer todos los hechos acerca de esta persona que simplemente apareció, aquí está frente a ti, y solo hay un número finito de cosas que puedes saber de él o ella en los primeros diez minutos de interacción, lo cual provoca ansiedad.
La situación empeora si consideras a la persona en cuestión atractiva; es como si tu interior se volviese un mar inagotable de curiosidad y tienes que sacarlo o reemplazará el aire de tus pulmones ahogándote completamente (tal vez un poco exagerado, pero es solo para establecer un punto).
Habiendo dicho esto, tener este sentimiento no es el problema, las acciones en respuesta al mismo lo son. De verdad quiero que analicemos lo siguiente porque es importante: si apenas conozco una
persona, ¿Tengo derecho cuestionar su vida privada?
La respuesta es no, no tengo derecho. Si cuestiones como si alguna vez he intentado suicidarme, con quién tengo o no tengo sexo, y mis conflictos mentales fuesen de dominio público figuraran en cada una de nuestras cédulas. ¿De verdad hemos caído a tal nivel de narcisismo que pensamos que el día a día de una persona debe encajar en la palma de nuestras manos? ¿Somos “millennials”, y por eso tenemos todo el derecho de saber cada detalle de la vida de nuestros vecinos? Como si nuestras vidas y nuestro ocio personal son lo único que importa.
¡Hey! Te tengo noticias, compartes el mundo con aproximadamente 7,600 millones de personas y hay una razón por la cual no nos comunicamos telepáticamente (sí, a lo Sense8), y esa razón es que el concepto de privacidad aún existe, y te guste o no, no llevamos nuestras experiencias en la frente. Yo decido que comparto y tú decides que compartes.
La próxima vez que decidas compartir verbalmente algo que no te corresponde con el individuo
en cuestión o con otros, piensa: “¿Conozco lo suficiente a esta persona como para tocar este punto acerca de su vida?”, si la respuesta es no, sugiero que lo entierres muy dentro de ti, te hará mucho mejor ciudadano del mundo.