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Manolo y su guagüita, parte de la historia del INTEC

La vida universitaria de los intecianos queda marcada por muchas cosas que, no necesariamente transcurren en las aulas, en la biblioteca o en las instalaciones de la institución. Surtirse de galletitas, dulces, jugos y misceláneos en el quiosquito de Manolo es una de ellas.

Desde el lunes 26 de febrero del 1980, Manolo se instaló en el puestecito de ventas que aún hoy forma parte de INTEC. Su historia inicia hace específicamente 32 años cuando un estudiante de Economía llamado Carlos Rodríguez, tuvo una mala experiencia como cliente del único quiosco que vendía en los alrededores de la universidad y a raíz de esto, decidió poner uno. Al materializar la idea se dio cuenta que no disponía de tiempo para atender el negocio, así que, decidió proponerle a Manolo (quien se crió en el área y era conocido por muchos de los estudiantes), que lo atendiera él.

Manolo Agramonte ha sido testigo de los cambios en la universidad. Foto: L. Rojas.
Manolo Agramonte ha sido testigo de los cambios en la universidad. Foto: L. Rojas.

Tiempo después, cuando Rodríguez culminó sus estudios, se fue al exterior y dejó a Manolo encargado del quiosco a cambio únicamente de que de las ganancias generadas, le enviara 300 pesos a su madre quien vivia en La Romana. Al transcurrir los años Rodríguez se estableció económicamente en Estados Unidos, y cedió el quiosco y todas las ganancias del mismo a Manolo, quien, en 1990 se casó, y desde entonces lo maneja y administra junto a su esposa.

“INTEC ha cambiado mucho en el tiempo que he estado aquí. El edificio Evangelina Rodríguez no existía, ni los Fundadores, ni la Biblioteca, ni el Bonó, esto era como una casa de familia”, cuenta Manolo con voz nostálgica al revivir aquellos tiempos. Recuerda también que el parqueo que hoy es conocido como “El hoyo”, era en ese entonces un enorme hueco que cuando llovía se llenaba de agua, y los muchachos solían bañarse en el.

“He visto pasar generaciones por aquí. Padres que fueron estudiantes y sus hijos que ahora, años después, también lo son”

Manolo relata que una de las cosas que más le satisface de estos años de trabajo, es encontrarse con estudiantes, que a pesar del tiempo, al verlo lo saludan y recuerdan con mucho aprecio. “He visto pasar generaciones por aquí. Padres que fueron estudiantes y sus hijos que ahora, años después, también lo son”.

A pesar de que ha considerado la idea de trasladarse a un local con mayor espacio, Manolo no piensa abandonar los alrededores del INTEC y dice estar satisfecho con el quiosco, pues gracias a él ha suplido las necesidades de su familia por mas de 30 años; tiempo que ha transcurrido frente a los ojos de estudiantes, egresados y colaboradores que lo han hecho parte de la vida Inteciana.



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