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Sabor humano que nos impulsa a aprender

Colaborador
15 June, 2012

 La experiencia de una inteciana entre 1.300 millones de nacionales chinos

Por: Tania García Tineo

La educación académica formal nos hace profesionales, pero para lograr ser buenos profesionales, el aprendizaje interactivo es necesario. La oportunidad de estudiar en la República Popular China nos permite ampliar nuestros conocimientos y por supuesto, la especialización en nuestro campo de estudio. Esta experiencia es más enriquecedora de lo que parece ser, pues disfrutamos de un recorrido a través de 5000 años de historia y cultura, para involucrarnos hasta tal punto que algunos días nos sentimos y actuamos como nacionales Chinos: Celebramos sus fiestas e incluso disfrutamos de sus feriados más que nadie.

Un país con 9, 600,000 km2, 1.300 millones de personas y 56 etnias ofrece mucho por recorrer. A mí me tocó estudiar en Beijing, centro político, económico y cultural de China. La capital es una ciudad con 20 millones de habitantes -el doble de la población total de la República Dominicana-, con enormes y congestionadas carreteras, con un sistema de transporte eficiente pero a la vez complejo, y con gente moviéndose a un paso doble de aquel al cual estábamos acostumbrados a caminar.

Para adaptarnos, entramos en una dinámica que nos permite aprender sobre intercambios comerciales, participamos en ferias comerciales, conocemos las leyes de exportación e importaciones Chinas, aprendemos a hablar el idioma mandarín. Pero, para mí personalmente la gran experiencia ha sido fuera de las aulas, interactuando en los parques, en los trenes, en los mercados… Mis profesores han sido los taxistas, los vendedores, los compañeros viajeros en los trenes que luego de 30 horas de viaje conocemos todo sobre sus vidas y sus ciudades natales completando nuestra visión del mundo. Mientras compartimos sus comidas, nos sirven de guías y en nuestros mapas marcan las rutas y los lugares de interés de las ciudades hacia donde nos dirigimos.

Nada como esperar el año nuevo chino con un maestro de kung fu quien además toca la flauta y nos invita a compartir y conocer su humilde morada. En un país tan seguro y con gente tan amable como los chinos, sí es posible conversar con todos. Ser extranjero en China es una bendición pues los chinos siempre están interesados en conocer más sobre nosotros y nuestros países. Se toman fotos con nosotros nos invitan a bailar con ellos en los parques, y siempre están dispuestos a compartirnos sus historias.

Este sabor humano es el que realmente nos impulsa a aprender. Si corres con suerte, en los parques de la universidad te encuentras con profesores retirados con un nivel de inglés suficiente como para poder explicarnos los procesos por los que ha pasado el país y hacia dónde va, transmitiendo sus experiencias particulares más que interesantes.

Escalar la Gran Muralla, visitar la Plaza de Tian’anmen, el Palacio Imperial, el Palacio de verano y los cientos de templos en Beijing, alimentar a los pandas recién nacido en Chengdu, visitar la mayor escultura lítica de buda del mundo: el Gran Buda de Leshan en Sichuan; disfrutar del festival de hielo en Harbin a -40 grados bajo cero, cruzar la gran muralla en autobús para llegar a Inner Mongolia y sentir que ya no estas protegido por la muralla…

Cenar con una comunidad tibetana en Kangding, disfrutar la deliciosa comida en Guanzhou, recorrer las ocupadísimas calles Hongkonesas, visitar la expo mundial en Shanghai, conocer los guerreros de terracota en Xi’an, practicar Kung Fu en el templo Shaolin y pasar por las grutas de Longmen en Louyang; esperar el amanecer en la mística montaña Emei y en la sagrada montaña Tai, (ambas importantísimas para el budismo y el taoísmo), disfrutar del festival de cervezas más importante en China y bañarme en el mar amarillo en Qingdao… Un conjunto de vivencias que han hecho que estos dos años en China sean maravillosos y casi me convierta en antropóloga, sumando a mi carrera una amplitud de miras realmente invaluables para un ser humano.

 



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