In a New York minute: Aventuras de una inteciana en la Gran Manzana
Johnny Carson definió una vez ‘un minuto de Nueva York’ como el tiempo aproximado entre una luz pasando a verde en las calles de Manhattan y el taxista detrás tocando bocina. Definitivamente, nuestro ‘nueba yol’ acelera hasta el más tranquilo de sus tantos visitantes tropicales que en su estado natural, probablemente experimenten el ‘chillout’ en su cotidianeidad. Comparto cómo puede un minuto newyorkino agotar hasta a una inteciana.
Al llegar a Manhattan en marzo, mi primera tarea tuvo que ver con la organización a la que orgullosamente pertenezco, Justicia Global. Les cuento que para esa fecha, el libro “Revolución Cotidiana” escrito por nuestro coordinador Ángel Pichardo, profesor de INTEC, se ponía en circulación en Nueva York. Me reuní con algunas compañeras/os de la organización y asistí a una de las conferencias en el ‘Mirabal Sisters cultural and commmunity center’. Ver cómo la gente se interesa y se identifica con los valores de la solidaridad y el compromiso con la transformación del sistema de dominación fue, como siempre lo es, emocionante y conmovedor.
Después, me tocó perderme en Brooklyn bajo un aguacero frío, casi no llegar a tomar un bus y quedar encaminada a Boston, para entrevistarme con el señor Noam Chomsky.
Se me presentó la oportunidad de trabajar en un proyecto de Chomsky hacía poco tiempo y estaba allí para conversar sobre mi colaboración en éste. Era un día lluvioso y el Massachusetts Institute of Technology, MIT, se veía imponente entre las calles bostonianas y los posters del Big Papi. Departamento de Lingüística. “Si, tengo una cita con el profesor Chomsky”, dije y mi corazón comenzó a latir a mil. Ahí estaba, con sus 80 y tantos años y su sonrisa. No podía creer estar a menos de un metro y a tantas palabras de este lingüista y filósofo estadounidense. Fue un momento de orgullo y a la vez de humildad.
Pero no tenía tiempo de quedarme en esa nube, el modelo dominicano de las Naciones Unidas en Nueva York comenzaba en sólo un día, y tenía que prepararme para mi papel como la delegación de Francia. Lo que le siguió a esto fueron hot dogs de calle, vómitos, estrés, estudio y un premio por delegación distinguida en la clausura del evento.
¡Qué semana! El colmo es que después de distribuir libros, asistir a conferencias, conocer a Chomsky, ganar en un modelo de la ONU, celebrar dos cumpleaños e intoxicarme con comida de la calle, sólo me quedaba el prospecto más atemorizante de todos: volver a INTEC, y enfrentarme a los finales.