Minuto a Minuto
El casi egresado de la especialidad en Estadística Aplicada a los Negocios, Juan Alexander Pascual Rober nos comparte un interesante relato ¿y tu, hacia dónde vas?
Juan Alexander Pascual Rober/ jnlexpasbert50@gmail.com
Con los audífonos, como escudos protectores de la socialización, Ernesto, se desplaza contrarreloj por la Avenida Máximo Gómez en dirección norte-sur, sólo desea llegar, y nada más. Calor, cornetas, polvo, carros por doquier, guaguas, y puentes peatonales de adorno, parte del relieve que avista nuestro personaje, que camina intenso, sudoroso, hacia su destino ¿A dónde va? A la universidad.
Falta media hora, para que inicien sus clases, su profesor parece ser inglés -no es normal-, tan puntual que se podría decir que es hijo del tiempo: recto, sin bigote ni barba, siempre vestido extremadamente formal, con acento de trueno, voz de general. Un profesor de Física que vive de las inversiones en el mercado bursátil, siempre apostando a lo seguro y que dice odiar el mercado de renta variable; en muchas ocasiones cuando se hace de un buen bono, les comenta a sus alumnos: soy demasiado modesto como para arriesgarme por dinero. Irónico.
De vuelta en el camino, nuestro personaje que vestido de forma casual y con zapatillas deportivas está consciente de que llegará a tiempo, por eso ahora lo que quiere es llegar, lo antes posible, es la meta. El espacio físico del aula, es similar al de un cuchitril, con capacidad para veinte alumnos tal vez veinte cinco, empero la matrícula de alumnos inscritos en la materia arriba a unos 65. Increíble. Cuando la mayoría está dentro, no quedan espacios para pasillos, el calor arremete, y hay que ser un maestro de la discreción para poder conversar. Es normal, que cuando el profesor entra en el aula se desmantela, se quita la chaqueta, la corbata, y procede a balbucear una queja, que se ahoga en el ruido que producen los alumnos, a medida que se van acomodando.
No son uno, tampoco dos los compañeros que plantean la hipótesis “Posterior al primer examen parcial, un cuarto de los que está aquí, no estará, luego cuando llegué el segundo examen parcial, la mitad, al final solo quedarán los sobrevivientes”, un planteamiento general que golpea cada clase con más fuerza a medida que se van conociendo más temas, cuando se evidencian las deficiencias en matemáticas, cuando los tigueres, se desvanecen poco a poco. Las 4: 35 P.M., Ernesto, se aproxima a la Intercepción de la Avenida 27 de Febrero, entonces mientras camina, lee publicidad, ve personas que vienen y van, escucha su música: su corazón se sobresalta de felicidad. Se acerca cada vez más, la idea de llegar antes, le brinda una sensación de victoria, sonríe.
En su asistencia más reciente, se le hizo tarde, tuvo que cazar butacas dentro del edificio que los alberga, lo que no es nada fácil: si no eres capaz de encontrarlas en los pasillos, debes buscar en los cursos que muchas veces están ocupados. Cuando se encuentra una, en un aula ocupada, que en adición tiene un maestro enseñando, significa un reto, muchos estudiantes se cohíben de interrumpir, otros se filtran sin pedir permiso secuestrando en el acto a la inmóvil butaca, una estratagema arriesgada, porque si te atrapan…vergüenza.
Nuestro héroe posee buen porte, ha trabajado en él durante todo un año, le teme al colesterol, además hacer ejercicios moldea tu cuerpo, lo que se traduce en la suma de atractivos que brinda como resultado, mayores probabilidades de atraer chicas. Tanto él como su buen amigo Gabo, son fervientes “activistas” del buen estado de salud física y una nutrición balanceada. Ambos, como en el amor a primera vista, se cayeron bien, desde el mismo inicio del semestre llegando a la conclusión –obvia- de que tenían mucho en común. Esta es una dupla que tal vez, rompa con el “paradigma” de las amistades de un semestre, que extrañamente lo es de 4 meses, a veces 5 y un chin.
Gabo, Ernesto y el 75% por ciento de la clase cruzaron la meta del primer examen parcial, Ellos (Gabo y Ernesto) se unieron convirtiéndose en una sola mente capaz de lograr, un sistema de lenguaje y señas suficiente como para sobrevivir a cada una de las pruebas. Infalible. Estos estudiantes no evolucionan, en cambio sus sistemas de fraudes, engaños, artimañas o como sea que les llamen, es cada vez es más complejo, tal vez en un futuro en las escuelas de pedagogía se enseñen materias orientadas a detectar cada una de estas bien elaboradas técnicas.
Otra vez, en el camino, Ernesto se encuentra cada vez más orgulloso de su proeza, pensando en la cara de su amigo cuando le diga que recorrió todo el trayecto en menos de 25 minutos, sobre todo el hecho de que ha descendido la cuesta y se aproxima a la Calle Juan Sánchez Ramírez, le gusta la chica que acaba de pasar a su derecha, deteniendo el ritmo para apreciarla. Volviendo a retomar el paso, disfruta aún la música a altos decibeles que destruye sus oídos, sigue todo recto hasta la puerta, toma un atajo que irrumpe por la cancha de baloncesto, bordea el Estadio Tony Barreiro, tomando la cera que lleva hasta su destino, una vez ahí se precipita, trotando en los escalones, de donde logra ver a su amigo Gabo en el pasillo, en espera del profesor este al asomarse le dice: -son las 4: 47 P. M., mientras le da una palmada en la espalda, te guarde un asiento.
-¡Gracias hermano! ¿Llegué temprano, no? He caminado todo el trayecto desde mi casa.
Gabo, Levantando su ceja izquierda y sonriendo, preguntó: ¿Tenías ganas de caminar?
-No
-Ernesto, querido hermano y compadre, la última vez, hiciste lo mismo.
-Sí, lo recuerdo muy bien.
-¿Pero no recuerdas qué te dije, que él metro tiene más de dos semanas en funcionamiento? Me tomó sólo 10 minutos llegar, y vivo más lejos.
El comentario de Gabo, traspaso a Ernesto, que en su interior se decía para sí “lo he hecho en menos de 25 minutos”.