Mujeres sin piel: el arte como vehículo de sanación
La profesora de Psicología Maricécili Mora entrevistó a la ingeniera Civil, egresada del INTEC, Ingrid Contreras, quien ha encontrado en el teatro y en los versos una forma de sanar la enfermedad que le afectaba
Maricécili Mora / marimora68@gmail.com
Nueve poemas y diez reflexiones conforman el performance Mujeres sin piel, una creación de la egresada de Ingeniería Civil Ingrid Contreras, quien lo ha presentado en distintas salas del país. Contreras nos cuenta las motivaciones que le dieron origen a estas obras.
Mari Mora ¿Mujeres sin piel empieza con un poema suelto, como un proyecto preconcebido o como algo que te va sorprendiendo poco a poco?
Ingrid Contreras: Empieza con poemas individuales, algunos que fueron escritos hace mucho tiempo y otros relativamente nuevos. Se suponía no me retrataban a mí, hasta que me di cuenta que no se puede escribir nada si no es tuyo también. No puedes reconocer nada en lo que tú no estés.
¿Podemos llegar a ser todas esas mujeres que se van encarnando en cada poema?
Sí, yo creo que todas somos todas, no hay forma de que no seamos todas. Como dice el poema uno, tenemos cosas maravillosas que somos: madre, creación, entrega, suavidad, pero no podemos dejar de ser todas las malas que están, y no solo las mujeres, también los hombres. Todo el mundo tiene su lado masculino y su parte femenina y esa parte femenina tiene sus lados negativos, igual que la parte masculina. Y realmente son muy duros. Los que están ahí son personalidades extremas, creo que más que nada las que se instalan dentro de nosotros y al final terminan haciéndonos mucho daño. Te reconcilias con tus diversas personalidades, pero es un trabajo de todos los días.
Supongo que el daño viene dado por nuestro deseo de ocultarlas y reprimirlas. Una vez que le damos permiso y las expresamos ¿eso se convierte en un instrumento de sanación?
El hecho de que puedas reconocer eso que vive en ti, esos comportamientos negativos, reconocerlos, hacerlos presentes es la única forma que tienes de sanar. Por supuesto, en ese proceso de afrontamiento también es importante el apoyo de los tuyos.
En tu caso, el acontecimiento que desata esa etapa de crisis es un diagnóstico de cáncer. Entonces ¿el cáncer puede ser la consecuencia de un proceso sistemático de represión de esas emociones y de esas personalidades que llevamos dentro?
Definitivamente. Insistimos en creer que todas las “partes” que nosotros somos son individuales, tienes una mente que trabaja quién sabe dónde, mudada en quién sabe qué sitio. Un cuerpo, que es el que se enferma y es el que llevas al médico regularmente, y un alma que tampoco vive contigo y solo te acuerdas cuando vas a misa o cuando rezas en la noche, pero nunca se juntan. Eso cree una. Hasta que realmente se enferma y entonces entiendes que has venido arrastrando durante mucho tiempo dolencias de estas tres entidades que realmente son tú. En el caso específico del cáncer, todo el tiempo producimos células cancerosas, por qué es un momento específico donde se quedan contigo, no tienes las defensas para rechazarlas, ¿por qué ahí y no antes?
Una enfermedad es un llamado a un cambio que, de negarte a asumirlo, implicaría tu autoeliminación, en cierta manera.
Creo que si no haces conciencia de quién eres tú te vas muriendo poco a poco. La gente que tiene mucha amargura por dentro la ves un año, la vuelves a ver y cada vez es mucho menos persona, se va muriendo poco a poco.
¿Qué sentiste volviendo a tu alma mater, el Intec, después de más de 20 años de graduada?
Fue muy curioso, porque yo salí de INTEC graduada de Ingeniera Civil y más lejos no podía estar de que me fuera a presentar con unos poemas. Aunque una buena parte de estos poemas los escribí en INTEC, volver, y hacerlo actuando (que es una cosa nueva), me hizo sentir fabulosamente bien. Pensé que se progresa y se regresa de nuevo y sorprende ver cómo el círculo se cierra. Es muy interesante.