Lo que aprendí de ser freelancer
Nuestro egresado de Diseño Industrial “Mr. Pichón” comparte las vivencias y los aprendizajes propios de un emprendedor, y nos muestra que es posible tener éxito profesional más allá del tradicional 9 a 5.
José Miguel Sánchez Ovalles – MrPichón / Instagram – Twitter @MrPichon
Mrpichon@Mrpichon.com
A pesar de mi “corta” edad (26) he tenido muchos trabajos: Callcenters, intérprete, asistente, diseñador, docente, coordinador: muchas experiencias que valoro y hoy me han hecho el profesional que soy. Sin embargo, luego de mi 3er trabajo, entendí que me gustaría el probar “ser mi propio jefe” y ver qué tan fácil (o difícil) podía ser.
La dinámica isleña sin embargo es la de “¿cómo que vas a dejar tu trabajo?” y “la calle está dura, mejor espera”. Sin embargo, en estos cortos años siendo el joven que soy nunca he visto que, optimistamente, veamos que “la cosa” (sea lo que sea esto) mejore. Con el paso de los días la vida se vuelve más cara, las calles más inseguras y los empleos más inciertos. Asumí como mentira, la garantía del “trabajo fijo” luego de ver en varias ocasiones compañeros de oficina ir y venir por una simple reducción de personal, como sus metas eran pospuestas y sus objetivos se enfocaban en conseguir otro trabajo.
Sin embargo, hay algo que sentí que no veían: la capacidad de cobrar por el conocimiento que tenían. Muchos estaban ya acostumbrados al ritmo de un empleo que “te dice qué hacer” y no a, pro-activamente identificar oportunidades dentro de un mercado que ya conocían y el cual, a través de una empresa ya les pagaba por sus servicios. Así que en un último empujón a “mimismo”, decidí que no había mejor momento que ahora (que no tengo dependientes) para atreverme a moverme en “el mundo independiente”.
Mi viaje no fue tan atrevido como creen: tardé meses meditando, creando confianza en mi, entendiendo cuales habilidades tenía y como podía ganar (cobrar) por ellas. Esto eventualmente se convirtió en un plan, que a su vez (y con mucha investigación) se fue convirtiendo en un tarifario que con prueba y error más el paso de varios clientes, se iría puliendo hasta permitirme valerme por mis propios esfuerzos.
La resistencia externa siempre estuvo presente: amigos, ex-compañeros de trabajo, conocidos y familiares entendían que el riesgo era muy alto, sin embargo, aún no comprendo mas allá del miedo a mi fracaso o los prejuicios ¿qué es lo que veían?:
- No estaba invirtiendo en compra de un local y mucho menos buscaba un préstamo millonario para comprar la última de las tecnologías.
- No tenía (ni tengo) una familia que mantener.
- No tenía deudas importantes que fueran a maltratar mi historial crediticio.
Éramos solo yo, mi computadora y mi habitación la cual empecé a llamar oficina.
3 años más tarde, lo que he crecido no se compara con mis ya 10 años en el mundo laboral, al cual tengo mucho que agradecerle pues me dio una base, pero no me permitió ver mas allá de lo que mi posición en cada empresa o mis empleadores me permitían.
Hoy en día vivo solo, mantengo una buena relación con mis clientes de los cuales algunos incluso son antiguos empleadores.
Darme esta oportunidad, me dejó entender que ser disciplinado es necesario. Que el tiempo tiene un valor, que el cliente no siempre tiene la razón, pero que hay que aprender a negociar y que mi conocimiento tiene un precio. Más que nada, comprendí que por más buenas que sean las intenciones de quienes están a mi alrededor, esto no debe dictar las decisiones que tomemos a nivel profesional, mientras estas estén amarradas a un plan y que no importa todas las semanas de planificación que nos demos, nunca será suficiente hasta que finalmente nos atrevamos a lanzarnos.
Imagen: Instagram @MrPichon