Todos los hombres (o las mujeres) ¿son iguales?
Las películas “Todos los hombres son iguales” (2016) y “Todas las mujeres son iguales (2017) se sumaron a la lista de largometrajes dominicanos. El profesor de la carrera de Cine y Comunicación Audiovisual, Félix Manuel Lora, hizo una evaluación de ambas comedias.
Por: Félix Manuel Lora
SANTO DOMINGO.- La aparente eterna rivalidad entre hombres y mujeres ha sido expuesta en dos cintas de factura dominicana que le ha dado, en términos argumentales, cierto color a las tramas dentro de cine local.
La primera es un remake realizado por el propio director español Manuel Gómez Pereira, que en el año de 1994 dirigió la comedia española titulada “Todos los hombres sois iguales”, la cual trata los asuntos de tres hombres divorciados quienes se juntan para compartir un apartamento. Por sus experiencias anteriores adquirieron una idea particular sobre la relación de pareja, pero la llegada de la chica de limpieza cambia el entorno de las reglas de convivencias que habían planteado.
Ahora, por cuestiones del azar o la conveniencia, el propio Gómez Pereira hace una nueva versión en terreno dominicano, tratando de transportar las mejores situaciones planteadas en aquella versión para hacerlas creíbles a través de un nuevo elenco.
Con la colaboración del guionista Miguel Alcántara, quien introduce algunos modismos dominicanos, la comedia transita por un periplo poco satisfactorio. Lo que había funcionado en su original, aquí se reduce a un filme débil en términos estructurales y de actuaciones.
En esta ocasión los responsables de equilibrar las situaciones son Christian Meier, Mike Amigorena, Frank Perozo, Nashla Bogaert, Georgina Duluc, Hony Estrella, Lumy Lizardo, Raeldo López, Hensy Pichardo, Josué Guerrero, Ricardo de Marchena y Geisha Montes de Oca, un elenco poco funcional y poco entusiasta que trata de enmendar los entuertos de una historia que se desinfla a mitad de camino.
Los diálogos no se sustentan en el equilibrio de la misma historia, aunque no se llega a lo vulgar, pues se mantiene dentro de un espacio bastante potable, no imprime la tanta comicidad como pudiera haber tenido.
Si la idea era plantear una situación que provocara hilaridad, entonces, el elenco tuvo que agilizar sus talentos para lograr ese objetivo, pero se queda en el desgano habitual de muchos proyectos.
Pero lo mejor es cuando se intenta hacer la versión femenina sobre este tema en “Todas las mujeres son iguales”, que asume la voluntad de mezclar varias razones que la justifiquen como tal: ser una comedia con cierto humor desenfadado, grosero y con tintes de irreverencia.
Sin embargo, lo que trae dentro de este envoltorio es una comedia que transita entre las mismas cuestiones que han simplificado el rol de la mujer dentro de la sociedad y dentro del mismo discurso cinematográfico que no ha ayudado mucho a esculpir una nueva imagen revolucionaria del rol femenino, más bien la ha sometido a los mismos clichés publicitarios de siempre.
Este filme hace un enlace más comercial que argumental con la anterior historia de Gómez Pereira, iniciándose con el velorio de Manolo, uno de los personajes de la anterior entrega, donde confluyen los cuatro personajes femeninos que le dan justificación a este nuevo relato.
La primera escena marca el tono que posteriormente tendrá la comedia, haciendo acopio del slapstick para introducir a los personajes y colocarlos dentro de un terreno propicio para el desafuero.
A excepción de Yoli (interpretada por Nashla Bogaert, el personaje que enlaza ambas historias), las tres mujeres restantes Pachi, Mary y Julia, se unen a ella en una cofradía compartiendo igual situación sentimental.
Por voluntad propia deciden irse a pasar una temporada en Casa de Campo. Juntas construirán una antítesis de lo que debe ser una relación de pareja, lanzándose a un mar de desacatos sin reparar en los daños que esto pueda causar.
Utilizando algunos parámetros establecidos en historias como “Sex and the City” o comedias recientes como “Rough Night” (Lucia Aniello, 2017), “Bad Moms” (Jon Lucas, Scott Moore, 2016), esta comedia trata de irrumpir dentro de los esquemas del cine de comedia local, subiendo un tanto el modelo de humor, pero dejando trazos de una mirada desequilibrada entre los roles masculinos y femeninos.
Aquí los hombres son las meras víctimas (personajes establecidos por Frank Perozo, Yasser Michelén y Kenny Grullón) del complot femenino que trata de despojarlos de sus funciones de rivalidad ancestral y los coloca en una situación de desventaja en cuanto a los impulsos naturales, juego que ha sido presentado en múltiples filmes con resultados dispares.
Mientras que los femeninos (Nashla Bogaert, Iris Peynado, Cheddy García y Lía Briones) juegan a ser duras y desenfadadas sobre todo con las reiteraciones y apelaciones con el “dildo” o complemento sexual de forma fálica y otros utensilios sexuales, que se hace de manera abusiva lo cual descontrola la visión imaginaria de la fantasía de la mujer, en este caso, las de sus personajes principales.
La verdad es que las posiciones de ambas películas, como si fueran dos caras de una misma moneda, poseen un manejo fútil, frívolo, de un factor de profundas repercusiones sociales como es la función de los roles entre el hombre y la mujer en esta sociedad contemporánea.