La forma en que mis ojos se volvieron más pequeños
Johanna López, estudiante de Diseño Industrial y Mandarín del INTEC, comparte la primera parte de sus cuentos de La China una experiencia que vivió el año pasado gracias a su destacado aprendizaje de ese idioma
Johanna Lopez / johalopezta@gmail.com
Un vuelo retrasado, más de 20 horas de viaje, solo para que me digan en un idioma extranjero que no llegó mi maleta, que me pregunten la dirección del hotel donde me hospedaré y decirle en un chino pica’o que en verdad aún no me la habían dado. Salir, luego de las dos horas que tuve que esperar, por la gran cantidad de personas en mi misma situación, y rogarle a Dios que aún me estuviera esperando afuera, quien sea que estuviese encargado de buscarme.
Que te hablen todo en un idioma que deberías saber, pero que no estás acostumbrado a hablar. Llorar: por la desorientación, por la maleta, por la Chikungunya que aún está latente, por las 20 horas de vuelo. Entrar otra vez, dirección del hotel en mano y acompañada de una elegante e imperturbable oficial con botas negras, y salir con la esperanza de que en 1 o 2 días llegará tu equipaje al hotel, si es que llega.
Por suerte mi mamá, mi profesora, y alguno que otro video de YouTube me indicaron que en el equipaje de mano llevara lo necesario para pasar un día, y las autoridades de la aerolínea me dieron un kit para pasar la noche.
Salimos del aeropuerto: autopistas, elevados, los anillos de Beijing, árboles distintos, derecha, izquierda, caracteres, caracteres, caracteres, el Bird Nest Stadium, las grandes edificaciones, y, luego de vueltas y vueltas, llegamos al hotel.
… Blackout de 18 horas para mi cerebro…
Toques repetidos a la puerta. 6:30 am. Me pongo de pie toda adormecida, y al abrir la puerta veo a una chica de cabello rizado y mucho maquillaje, sonriendo, blablablá es tu roommate blablablá de…stán -¿Cómo?-Uzbekistán- Ah, ok, yo soy de República Dominicana- ¿Dónde?- El Caribe, por Puerto Rico, Cuba…- Ah ok. ¿A dónde has ido?- Aún no he salido- ¿Cómo qué no? vámonos de aquí.
Y así fue que empecé a disfrutar de Beijing y quité mi cara de #TengounJetlagHorrible y #PerdímiMaletaMatenme y nos fuimos a caminar por las cercanías del hotel. Restaurantes, supermercados, centros de masajes y uñas, comida rápida americana, rodeados de arquitectura novedosa y otra muy antigua.
Eso sí, más allá de unos 10 metros todo era gris. Contami… ¡ehm! “Va a llover”, sí, sí, eso es…
Al final me di cuenta: estaba en China, representando al país, sin haber pagado un peso, gracias a la competencia Puente Chino para estudiantes universitarios, un concurso que se hace en casi todos los países del mundo y que tiene su sede de República Dominicana en el Centro de Idiomas del INTEC.