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Tag: egresados intec

Todo lo bueno termina. Todo lo malo acaba. Si terminaste o acabaste es decisión tuya

Pre-seleccionar “lo que falta” debe de ser uno de los sentimientos más satisfactorios de la vida después de romper una dieta. Uno anda simpático, con la sonrisa al pecho cuando viene la pregunta: ¿Cuándo terminas? Y de tu boca sale casi de forma maliciosa “Este es mi último”.

Vivir en la biblioteca por si acaso, no vaya a ser cosa que por un desliz te tengas que quedar un trimestre más. ¿Trabajos en grupo? Los haces y los mandas al grupo, no vaya a ser que por un gracioso te quiten puntos. ¿Explicaciones en el curso? Yo le monto hasta el Circo del Sol en plena plazoleta.

Hay quienes llevan un conteo regresivo en sus redes sociales. Otros, a partir de la semana de exámenes van contando los segundos y cuando no queda más nada que entregar: ¡¡¡Que sufra INTEC Virtual!!!

A uno le entra una adicción a esa sección en espera de la publicación de calificaciones.

¿Qué hacemos en el desayuno, niños? ENTRAR A INTEC VIRTUAL, PICHÓN

¿Y en la cena? ¡ENTRAR A INTEC VIRTUAL!

¿Y cuando no podemos pensar en más nada porque ya estamos en INTEC Virtual? Salir de INTEC Virtual para volver a entrar solo para asegurarnos de que no hubiera una falla.

Empieza la publicación y ya te da lo mismo: Ojalá publiquen todo en C, “porta mí”, pero que publiquen. Hasta que solo falta “la última”.

Pasa un día y todo anda bien, pasan 2 y ya entran los nervios, pero al 3er día el estudiante promedio ya está sudando. Y con esto viene la solución del inteciano promedio: “Vamos a preguntarle al Facebook de INTEC cuándo es que ese profesor va a publicar mi nota”. Tú sabes…al Facebook, a quién más ¿Al Área? No, hombe…el Facebook es lo más sabio en la historia de la vida. Aunque sabes que Facebook te va a mandar al área.

Pasan los días y de repente…

¡Anímate a concluir esta odisea!

¡Todo sea por la Belleza!

[sws_red_box box_size=”200″] Por: Radhamés Polanco [/sws_red_box]

Confesión de una Máscara vuelve a escena del 14 al 17 de junio en la Sala Ravelo del Teatro Nacional.

Confesión de una Máscara es una obra enteramente nuestra, palabra por palabra, inspirada, eso sí, en la lectura de la novela homónima de Yukio Mishima. Inspirada en el tema del trauma raro, único y peculiar de un personaje lúcido hasta la crueldad, inspirada en el sentido estético, en la devoción y temor que por la belleza sentía el autor del “El Pabellón de Oro”.

La convención actoral más sobresaliente y del montaje mismo es la de un “realismo sucio” contaminado de elementos formales del Kabuki y de otras maneras de los teatros orientales, no en su superficialidad, sino en sus esencialidades, contaminado de resultados investigativos de la antropología teatral propia y personal que toca lo local.

He dicho a Luvil González y a Fausto Rojas, los actores de esta pieza, que si alguien le preguntara cuál es el sentido de esta obra o qué se ha querido contar con ella, respondan, simplemente –belleza-.

Del público solo esperamos la conciencia suficiente para entender que ante “Confesión de una Máscara”, aunque trátase de una pieza de teatro enteramente hecha por dominicanos, se está ante una obra de arte mayor sin que importe para ello el lugar donde el milagro ocurre.

Los santos. Los milagros conocidos, en ocasiones se mostraron a gentes simples, en unas rocas en lo alto de un risco o en la corteza de un árbol común.

Gracias a José Miura, a Vadir González y a Ernesto López por haber asociado su arte con el nuestro, para que, juntos a Luvil González, Fausto Rojas y un servidor, hiciéramos y mostráramos a la conciencia pública este complejo y esforzado concierto, esta sinfonía teatral.

La pieza se presentó con éxito el mes de octubre y principios de noviembre en La Cuarta Espacio Teatral y fue la obra más nominada en los Premios Casandra 2012: mejor obra, mejor director, mejor actriz y mejor actor, resultando éste ganador.